Cuando el deporte forma parte de la vida, es mejor no romper el ritmo e integrar el compromiso en la actividad que nos hace felices.

 

  

Salió de prisa de casa. Después de semanas de sequía, por fin se había puesto a llover, y no paraba. Él hubiera preferido un buen sol, por corresponderse a su estado de ánimo. Había decidido darle el anillo aquella tarde, habían quedado para ir al partido. Sería una tarde divertida, compartirían la excitación del juego y celebrarían juntos el triunfo, o bien lamentarían la derrota comentando las jugadas más interesantes. A Marta le gustaba el deporte, solía ir a correr después de trabajar y no se perdía nunca el partido de su equipo... cuantas noches habían disfrutado juntos frente al televisor! Pero por fin se había decidido a dar el paso... y nada mejor que compartir una jornada de baloncesto juntos en ese día clave. Seguro que la vivencia conjunta prepararía el terreno. Si el equipo perdía, esperaría a darle durante la cena; pero si ganaba, lo mejor era pedirle que se casara con él allí mismo, en el estadio! El anillo le gustaría, de eso estaba seguro, porque era como ella: cómodo, esencial y noble. Aquella vez, la suerte jugó a su favor: el equipo ganó de largo, y Marta dijo sí en el Palau Blaugrana.